Quien camina con frecuencia, en
lugar de aislarse,
se encuentra consigo mismo
y recupera la amistad con el
mundo.
Quien camina con frecuencia
recobra el conocimiento
de los perfumes y la dulzura del aire.
Quien camina con frecuencia
tiene todo el tiempo del mundo
para sonreir a los que pasan. Y
puede ocurrir, incluso, que les
llegue a tomar la mano.
Y, lentamente, sin darte cuenta,
ensacha su vida.
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